Massa, Fernández y compañía siguen perdiendo por goleada frente a la inflación
No hay acuerdos ni controles que frenen la escalada de precios que sigue empobreciendo a la población.
Temas como la inflación, la pobreza y la inseguridad, en el fondo todos relacionados, marcan el rotundo fracaso de los gobiernos.
En circunstancias como las actuales, no queda margen para evaluaciones de aspectos puntuales y finitos de la gestión gubernamental, cuando las vivencias del día a día están caracterizadas por las penurias que ocasiona la carencia, sin sutilezas.
La plata no alcanza y las estrategias de consumo familiar se ven afectadas todo el tiempo porque los precios no paran de subir. Razones estacionales en algunos casos, la caída de la inversión en otros, el contexto internacional, aspectos culturales, o la emisión descontrolada, entre otros factores, son concomitantes para que Argentina ocupe el triste privilegio de ser el país con mayor inflación en Latinoamérica.
La subestimación del fenómeno por parte del kirchnerismo ha llevado a este último tramo de la gestión de Alberto Fernández a mostrarse incapaz para estabilizar la economía, mientras Sergio Massa se mueve en distintos frentes tratando de que el edificio se sostenga para llegar a las elecciones generales y, en el mejor de los casos, hasta el cambio de gobierno.
En el contexto eleccionario se hace más complicado todavía generar expectativas favorables, necesarias para calmar las ansiedades, y toda la cadena de comercialización se predispone a las remarcaciones. Sin embargo, las profundas causas de la inflación son estructurales. Tan es así que el 2024 no pinta mejor que éste. Pero son cosas que no se ha querido reconocer con excusas del tipo “la inflación es autoconstruida”, según Alberto Fernández. O la culpa la tienen los almacenes y los super chinos. O hay un cambio de tendencia a la baja, como dijo sin sonrojarse la vocera presidencial.
La oposición, cual espejo de las peleas del Frente de Todos, de pronto parece unirse por un rato con las acusaciones al Gobierno, luego de que el INDEC difundiera el dato del 7,7% de marzo. Sin contemplaciones, los opositores han salido al unísono a proyectar los peores escenarios.
Y lejos de buscar un clima apacible para los habitantes sufrientes, desde el mismo oficialismo se alientan las confrontaciones entre el entorno del Presidente y los que responden a Cristina especulando con la sucesión. Esto, sumado a un Aníbal Fernández en su versión más bestial que salió a pronosticar que “las calles van a estar regadas de sangre y de muertos”, si ganan los opositores. Todo vale en la Argentina de la irresponsabilidad dirigencial.
Sergio Massa y Alberto Fernández siguen perdiendo por goleada frente a la inflación.
Velando armas
Otra discusión fronteras adentro de la provincia se da en torno de la inflación local, que dio un alarmante 8.3%, la más alta desde 1991.
Cabe precisar que lo que mide la inflación es la variación de precios en un período determinado. Puede haber ingredientes estacionales, métodos de medición o canastas levemente diferentes que derivan en ligeras variaciones en las comparaciones regionales, pero en el largo plazo los datos resultan concurrentes al tratarse de un fenómeno de política económica nacional.
Un valor más u otro menos, como pasó en febrero en Mendoza con un número menor a la Nación, ninguna provincia puede escaparse de la inflación del país, lo que no quita que una plaza pueda ser permanentemente más cara que otra, tal es el caso de lo que se verifica en el campo turístico u otros sectores. Pero la inflación, puntualmente, se refiere a la variación de precios de un período a otro. De hecho, la acumulada de enero a marzo, es la misma en la provincia que en la Nación.
Lanzado a competir por la gobernación con su nuevo frente, Omar De Marchi ya lanzó sus dardos por la inflación provincial. Es la estrategia que acentuará durante la campaña, apuntando a los períodos de gobierno de Cornejo y de Suarez, quienes encabezan la alianza de la que él formó parte hasta ayer.
De Marchi seguirá haciendo foco en lo que ve como pérdida de institucionalidad por la acumulación de poder de Cornejo, asemejándolo a cierta impronta cristinista, y hará hincapié en el déficit de vivienda, infraestructura escolar, inseguridad y cuestiones de índole local. Federalismo y consolidar la Mendoza del futuro, sería la síntesis “unionista”.
El Frente Elegí, mucho menos enfocado hasta que logre alinear al arco peronista y a las candidaturas que se hacen esperar, es previsible que trate de ahondar en las comparaciones desfavorables para Mendoza respecto de otras provincias y del promedio nacional en varios de los indicadores sensibles. Cornejo también será el blanco a apuntar por sus rivales peronistas como responsable de una provincia estancada.
Precisamente, la comparación será uno de los recursos de Cambia Mendoza para diferenciar a la provincia pero, en este caso, respecto del gobierno nacional. La gestión de la pandemia, las políticas públicas y el orden fiscal serán parte de lo que mostrarán en campaña como una continuidad virtuosa desde 2015. Es el “modo Mendoza”, como le gusta definir a Suarez.
El Frente de Izquierda, que integran los mismos partidos de siempre sin los rejuntes ocasionales, marcará la pobreza imperante como consecuencia de todos los gobiernos que se vienen sucediendo. Una forma de denunciar a “la casta”, pero con recetas diametralmente opuestas a las de Milei.
En esta campaña también escucharemos hablar de la matriz productiva, de desarrollo minero y del no a la minería contaminante, de la defensa del agua, y de unos cuantos eslóganes remanidos.
De todas maneras, a pesar de que el modelo económico y cuestiones clave como la inflación dependen de la gestión nacional, todo gobierno local tiene margen suficiente para diseñar un perfil de provincia con objetivos de progreso.
Ojalá que entre consignas, acusaciones y chicanas, se cuelen algunas ideas, planes y proyectos para que Mendoza pueda desplegar sus potencialidades.