Un “respiro” no es suficiente para Siria, las sanciones deben levantarse
Muchos países y grupos activistas están pidiendo a Estados Unidos que levante todas las sanciones contra Siria a raíz de los terremotos que azotaron este país.
Los seísmos en el sur de Turquía y el norte de Siria, afectaron a millones y mataron al menos a 5800 personas en Siria y a otras 41 000 en Turquía. El 10 de febrero, EE.UU. anunció que, para aliviar el sufrimiento de los sirios afectados por el terremoto, había autorizado una exención de las sanciones impuestas al país levantino para permitir todas las transacciones relacionadas con el envío de ayuda a los damnificados del terrible movimiento telúrico que afectó la parte norte del país.
A estas alturas, está claro que los embargos no sirven a nadie más que al Estado estadounidense y al complejo militar-industrial que lo sustenta, lo que le permite interferir en las economías y traficar con armas mientras mata de hambre a su propio pueblo con impunidad. Es imperativo recordar, tanto a raíz de los terremotos como de la decisión de “suspender” las sanciones, que la relación de Estados Unidos con Siria es fundamentalmente agresiva.
El Departamento de Defensa estadounidense (el Pentágono) ha financiado directamente el conflicto en Siria desde al menos 2014. Washington planeó y creó una gran cantidad de grupos de la llamada oposición a la escala de los escuadrones de la muerte que entrenaron y financiaron en la década de 1980 en Guatemala. Pero, no tuvo éxito.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) de EE.UU. inició la operación “Timber Sycamore (Madera de Sicomoro) acordado desde 2013. En aquel entonces, el presidente de EE.UU., Barack Obama, autorizó a la CIA armar a los opositores armados en Siria. De manera crucial, esto fue casi inmediatamente después de que se intensificaran las sanciones contra Siria en un supuesto impulso por la “transición democrática” en beneficio de los civiles. Obviamente, ninguna operación cambió al Gobierno sirio en lo más mínimo, solo desató una carga más pesada de violencia constante sobre los civiles.
Las acciones del Gobierno estadounidense como fuerza impulsora del núcleo imperial a menudo se mistifican deliberadamente, si no se justifican directamente. La invasión disfrazada de intervención, el ataque a la infraestructura y el constante empeoramiento de la crisis de refugiados están envueltos en un lenguaje cuidadoso que hace que el imperialismo parezca una parte inextricable de la vida.
Este sentimiento persiste no solo para sus víctimas, sino también para los contribuyentes estadounidenses, que lo financian a expensas de los servicios sociales que tanto se necesitan. La verdad es que no hay una razón compleja y matizada por la que Estados Unidos se comporte de esta manera. No hay un trasfondo noble o una preocupación por la vida de los afectados por la guerra: todo se trata de dinero y petróleo, y siempre lo ha sido.
Independientemente del asombroso presupuesto militar, que el presidente Joe Biden aumentó en $29 mil millones en 2022, la participación de este país en el conflicto sirio se puede atribuir en gran medida a sus relaciones financieras con Arabia Saudí y Turquía.
La inestable alianza de Estados Unidos con Turquía, donde los terremotos causaron decenas de miles de muertes, se debe en gran parte a la participación del estado turco en la OTAN y su apoyo a la represión estadounidense de los movimientos de izquierda durante la Guerra Fría.
El Estado turco tiene un historial de participación financiera en la guerra civil siria desde que comenzó y ha liderado una serie de ataques militares en el norte de Siria durante los últimos siete años, con un enfoque particular en los movimientos independentistas kurdos.
La relación de Estados Unidos con Arabia Saudí también tiene orígenes anticomunistas y actualmente consiste en sacar provecho del petróleo saudí mientras se ignora la violencia sancionada por el Estado que se ha vuelto cotidiana para los ciudadanos saudíes. El Gobierno saudí es culpable de una multitud de abusos de los derechos humanos, incluidas ejecuciones frecuentes, censura dura y una relación encubierta con las tácticas del apartheid israelí. Al igual que Turquía, Arabia Saudí tiene intereses financieros en la violencia en Siria y, además, durante los últimos diez años, Riad ha sido uno de los principales traficantes de armas en el conflicto.
A ninguno de estos hechos se le está dando suficiente importancia en las conversaciones sobre el potencial de Estados Unidos para ayudar a las víctimas de los terremotos. Como de costumbre, un acto superficial sin sustancia subyacente anima a los estadounidenses a dar lecciones sobre la paz y la reconstrucción mientras son los principales arquitectos del sufrimiento.
¿Qué beneficios diplomáticos logran Estados Unidos y Arabia Saudí de su cooperación bélica para imponer sanciones a Siria? ¿Por qué Estados Unidos controla el 90 % del petróleo sirio? estos deberían considerarse prueba suficiente de que EE.UU. ha causado suficiente daño al pueblo sirio.
Esta información es tan fácilmente accesible y estas relaciones entre regímenes son tan evidentes que se vuelve cada vez más agotador ver la absoluta falta de contexto aplicada a desastres como estos.
Incluso si EE.UU. no tuviera grandes intereses financieros en la guerra civil siria, realmente no parece que haya ninguna excusa para creer que las sanciones que apuntan a personas inocentes financiera y médicamente hasta el punto de privaciones abyectas alguna vez conducirán a un cambio de régimen en Siria. Pues, ya es hora de que Estados Unidos enfrente un mínimo de responsabilidad.