Cárcel y hostilidad social: el drama de los objetores de conciencia en Ucrania
Una reciente investigación publicada en el ‘New York Times’ exhibe el martirio de aquellos que se oponen a participar de la escalada bélica de Kiev.
Según señala el diario estadounidense, la opción del “servicio alternativo” desapareció en Ucrania después de que se declarara la ley marcial el año pasado, por lo que la certidumbre de enrolarse al Ejército sin ser enviado al campo de batalla ya no es una opción.
La reticencia de participar en un conflicto que luce cada vez peor para Ucrania no solo atañe a los llamados objetores de conciencia —aquellos que por motivos religiosos o éticos no quieren seguir órdenes de sus superiores—, sino a un grupo cada vez mayor de la población.
“Los objetores de conciencia representan un pequeño segmento de un fenómeno más amplio que se esconde debajo de la superficie en Ucrania. Aunque rara vez se habla de ello, hay fatiga y cautela sobre el reclutamiento”, indica el New York Times.
Vale recordar que cuando comenzó el conflicto entre Rusia y Ucrania, el líder del régimen de Kiev, Volodímir Zelenski, prohibió que los hombres de 18 a 60 años abandonaran el país y los ucranianos acudieron en masa a los centros de reclutamiento militar.
Dieciocho meses después, afirma el artículo, el grupo de reclutas ansiosos se ha reducido, mientras que el Ejército debe recurrir al enlistamiento forzoso para sumar hombres a sus filas.
Duda por el respeto a los derechos humanos
Uno de los participantes en el artículo narra su historia de persecución estatal por oponerse a pelear por el bando ucraniano debido a cuestiones religiosas, situación que resultó en una condena de un año en la cárcel.
“Mijáilo Yavorski decidió visitar una oficina de alistamiento militar local, no para alistarse en la batalla contra las fuerzas rusas, sino para explicar por qué no podía. ‘Disculpen, no puedo pelear, no dispararé,’ dijo Yavorski, de 40 años, a los oficiales el año pasado. ‘Puedo ayudar con otra cosa'”, relata el diario norteamericano.
“El señor Yavorski dijo que quería apoyar a Ucrania pero solo de acuerdo con los ‘principios bíblicos’. Sin embargo, sus súplicas cayeron en oídos sordos y más tarde fue sentenciado a un año de prisión”, expone.
“No estoy listo para matar a otra persona por un pedazo de Ucrania, un pedazo de Nueva Zelanda o un pedazo de Estados Unidos”, dijo Yavorski al explicar sus motivos para evitar participar en el terreno. “Tengo otros valores y quiero que al menos sean escuchados”.
Casos como el suyo, señala el New York Times, plantean dudas sobre el respeto de los derechos humanos en Ucrania, país que desde el inicio del conflicto ha sido aclamado por los gobiernos occidentales y sus medios como un faro civilizatorio (evitando mencionar, entre muchas otras cosas, los lazos de élite política y militar con la ideología neonazi).
Los objetores insisten en que sus posiciones públicas no son traiciones a su patria sino que derivan de principios y creencias religiosas profundamente arraigados, remarca la nota. La objeción de conciencia al servicio militar es un derecho reconocido internacionalmente, consagrado en la carta magna ucraniana.
Sin embargo, Zelenski ha “evaporado” este derecho, afirma el New York Times, creando un clima social hostil hacia cualquiera que se niegue a sumarse a la escalada bélica del país europeo.
La objeción no solo es un “derecho humano”, dice en la nota el profesor Eli S. McCarthy, enfocado en estudios de justicia y paz en la Universidad de Georgetown, sino que es “crítica para los compromisos que Ucrania ha hecho” con organismos internacionales y aspiraciones de unirse a la Unión Europea.
En otra parte del reportaje, un soldado en servicio, Andréi Vishnevetski, quien ha llevado su caso hasta la Suprema Corte luego de que se le negara realizar el servicio militar alternativo (es decir, lejos del campo de batalla), dijo que no apoya a ninguno de los dos países y no quiere participar en el asesinato de ninguna persona.
“Aquellos que se niegan a tomar armas y no quieren pelear deben estar exentos del servicio militar”, le explicó al New York Times. “Una persona que cree en Dios y que está en contra de la guerra no irá a matar, sino que será carne de cañón”.