Damasco, otro diciembre…

 Damasco, otro diciembre…

Hemos visto casi en directo la desolación de los países en guerra, los últimos movimientos hacia ciudades a punto de ser tomadas, palacios asaltados por las tropas vencedoras, y en casi todas vemos (o quizás prevemos) los mismos movimientos, incluso las mismas fotografías. Los soldados se toman fotos que parecen (son) una frivolidad, una concesión a su ego, con lingotes de oro, relojes de lujo alineados en sus muñecas, o coches de lujo que los tiranos, cuanta mayor la pobreza de su pueblo mayor la indecencia de su corrupción, atesoraban en cajas acorazadas o en garajes de mansiones ridículas en su ostentoso mal gusto.

Sabemos lo que vendrá a continuación: las celdas de tortura, con prisioneros cuyos delitos desconocemos igualados en su sufrimiento, las cárceles secretas, las huellas de los muertos, los alaridos de las mujeres convencidas de que (otra vez) serán violadas. A veces, cadáveres apilados. Otras, sus pertenencias, zapatos, muelas, maletas, los despojos de quien alguna vez poseyó un nombre, una familia.

Lo hemos visto tantas veces que se ha estetizado, que en los videojuegos se reduce a una cámara, dos niños rescatados, una vía de salida. Es Siria hoy, pero hemos perdido la cuenta de dónde fue la vez anterior. Quizás la primera fue Auschwitz, y desde entonces, frente al silencio de las cámaras que grababan atónitas lo que en aquel campo se encontraba, ya hemos amontonado las veces en las que el sufrimiento de los seres humanos reducidos a piel, huesos y dolor desfila ante nuestros ojos.

No obstante, estas Navidades los chavales recibirán juegos épicos, los adultos verán películas en las que se glorifican las hazañas bélicas, las nuestras, las del bando al que pertenecemos. Cómics, ensayos, documentales sobre la guerra, las matanzas y la gloriosa historia pasada. Para qué aprender, para qué recordar el horror real si podemos escaparnos de todo jugando a dar unos tiros.

coordenada Informativa

Related post