Decadencia a flor de piel, mientras la política está en otra
Las disputas por las candidaturas, más la agenda que Cristina impone en el Gobierno, se ponen por encima de las urgencias de la población.
Tanto en el oficialismo como en la oposición, el año electoral muestra las miserias de la dirigencia que pugna, obscenamente, por una mejor posición en los cargos futuros. Lejos se está de promover un debate necesario sobre la Argentina que viene, o que hace falta.
Zancadillas y codazos a la orden, para llegar al punto de largada de las sucesivas contiendas electorales donde se irán filtrando los nombres, que de cualquier modo, derrotados o victoriosos, volverán a aparecer en algún espacio para servirse del Estado.
Concedidos los males necesarios del sistema político, lo deseable sería que las circunstancias actuales de igual modo dieran lugar al debate de ideas, a la confrontación de proyectos y estrategias de gestión, en los distintos niveles de gobierno nacional y locales.
Se aguarda, con la paciencia al límite, que en algún momento del año las soluciones a la crisis y, sobre todo, la esperanza empiecen a asomar.
Blanco y negro al mismo tiempo
Para sus seguidores, Cristina Kirchner es perseguida por la Justicia que la condenó por corrupción.
Seguimos dando vuelta por años con lo mismo, y vaya a saber por cuánto tiempo más. El problema es que no se trata de una anécdota histórica, sino que permanece signando nuestro presente.
Curiosa y dramática situación es la que ocurre en la República Argentina, donde un mismo personaje es sindicado como autor de la comisión de los mayores actos de corrupción de la historia del país, sin precedentes semejantes según los fundamentos del Tribunal Oral Federal N°2; y que a su vez, según otro sector, es blanco de la mayor persecución política de parte de las corporaciones judicial, empresaria y de medios, promovida principalmente por el macrismo.
Cuando se repasa algunas de las tantas consideraciones de las 1.616 fojas que fundamentan el fallo condenatorio, se destaca la aseveración de que la tesis del mentado lawfare argumentado por la acusada no es otra cosa que una coartada para no rendir cuentas ante la justicia y la sociedad. Pero, para los seguidores de Cristina, todo lo dicho por el Tribunal es una muestra palmaria de la persecución.
El ministro Wado de Pedro, dirigente de la Cámpora y probable candidato a presidente si Cristina no se presentara, lo resume así: “El Código Penal reemplazó al Código Electoral”. Se trata de una frase que fue celebrada por la vicepresidenta en su discurso al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Río Negro.
Lejos de quedar en firme la condena por seis años y la inhabilitación para ocupar cargos públicos, el argumento de la “proscripción” se va debilitando ante los atisbos del operativo clamor para que Cristina Fernández sea la candidata de todo el arco kirchnerista.
Hoy la esencia de la grieta en el ámbito de la política pasa más por la situación de la vicepresidenta que por las urgencias de la población. Entre eso y las candidaturas corre su prioridad. La gente de a pie, contrariamente, está preocupada por sus problemas cotidianos que dependen básicamente de los temas económicos, la inflación, el empleo, los salarios, la vivienda, la inseguridad, el futuro de los jóvenes.
Cómo llegar a fin de mes, cómo parar la olla, para qué alcanza el sueldo, o el plan social, o la jubilación, es parte de los problemas reales en los hogares. Los servicios, la vestimenta, los útiles, las zapatillas, los medicamentos, las cuotas y un sinfín de necesidades forman parte del día a día de la población.
En la apertura de sesiones del Congreso, Alberto Fernández dio muestras de querer congraciarse con la vicepresidenta.
Claro que existen visiones, recetas, modelos e intereses en torno de qué se debe hacer con la economía -que depende intrínsecamente de la política-, pero sin ir más lejos, en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, el discurso de Alberto Fernández estuvo dirigido a congraciarse con Cristina, más que a mostrar los ejes principales de la hoja de ruta para su último año de gestión.
Todo parece ser “un vamos viendo”, como lo demuestra trágicamente la situación de Rosario, sumida en la narcocriminalidad. A favor o en contra, desde esos lugares se posiciona la política en todo. Sin embargo, la sociedad en general no está pendiente de los asuntos que parecen ser prioritarios para los políticos, sino de sus propios dramas.
El tema de la corrupción pasada no será determinante en el proceso actual, como tampoco lo fue cuando triunfó la fórmula de Alberto y Cristina. En un contexto de altísima inflación y de acentuación de la recesión económica, quien logre generar expectativas de cambio tendrá un gran plus a su favor.
Los pronósticos económicos no son los mejores para este año, según diversos analistas y el propio relevamiento de expectativas del mercado (REM) que realiza periódicamente el Banco Central. En el mismo sentido, el IERAL, al presentar su informe anual 2022 y perspectivas 2023 (www.economiademendoza.com)), anticipa que éste será un año de contracción económica, según lo indican los factores analizados.
Escenarios
En Mendoza, con las PASO en seis departamentos, la Boleta Única debutará el 30 de abril.
Sin bien las chances electorales del Frente de Todos se ven menguadas por la situación teniendo en cuenta que en las elecciones se suele plebiscitar la gestión de gobierno, nada asegura que la oposición sea capaz de capitalizar el descontento. Tampoco se aventan las dudas de qué harían si les toca gobernar.
El próximo gobierno, del signo político que sea, no la tendrá fácil. La deuda con el FMI y privada en dólares, cuyos mayores vencimientos recaerán los años venideros, la deuda en pesos que fue pateada para adelante, la deuda social postergada, y la necesidad de reformas estructurales para ordenar el Estado y la economía requieren de altos consensos, cuestión que se ve complicada por la antinomia. En cambio, las fuertes resistencias sí están aseguradas.
La fragmentación política -en eso tiene razón Cristina- atenta contra toda posibilidad de construcción de un proyecto de país integrado, que necesita acuerdos básicos para salir de la postración.
A su vez, Mendoza tiene una dependencia estructural de la Nación. A pesar de sus potenciales y sus fortalezas, en los hechos se imponen sus debilidades.
El próximo gobierno mendocino, además de buscar un giro copernicano en la relación con el gobierno nacional que sea más provechoso que este período, deberá procurar no sólo la austeridad que lo diferencia del manejo de las cuentas de la Nación, sino también ser muy creativo y capaz para generar un sendero de despegue que se viene postergando desde hace demasiados años.