La periodista colombiana que conecta a las cárceles con el mundo a través de cartas
Del trabajo que hizo Carolina Calle en un centro de reclusión en la ciudad de Medellín salió el libro ‘Cartas de Puño y Reja’, una recopilación de textos hechos tras los barrotes.
Esta historia surge del olvido. El olvido de las reclusas de la cárcel El Pedregal de Medellín, la segunda ciudad más importante de Colombia (noroeste), que durante la pandemia del COVID-19 dejaron de recibir visitas. La mayoría no tenía dinero para una llamada y lo único ilimitado para comunicarse con sus familiares eran las cartas.
Pero ¿y si alguien no sabía leer y escribir? Esta historia continúa con un curso para analfabetas en 2021 con el objetivo de “aflojar enredos y liberar pensamientos”, un taller que terminó siendo un espacio de confidencias y de escucha, y en el cual la periodista Carolina Calle se convirtió en el canal de comunicación entre las mujeres presas y sus seres queridos, se convirtió en su mensajera. Y de un libro que salió como resultado de un íntimo rigor: Cartas de puño y reja.
“El primer día me presenté, les conté que tenía un blog [Cartas a la carta] en el que hacía cartas de amor por encargo y eso les gustó mucho. Recuerdo que se me acercó una mujer, bastante avergonzada, y me contó que quería una carta, pero que no sabía leer y escribir. Le dije que para eso estaba yo, para pasar sus voces al papel”, le dijo Calle a Sputnik.
A finales de agosto de ese año, Calle empezó a ir a la cárcel El Pedregal y a trabajar con 12 mujeres. El proceso fue el siguiente: dos personas sentadas frente a frente, una libreta y un lápiz —en los centros de reclusión están prohibidas las grabadoras de voz—, una mano que se mueve casi que por inercia mientras la mirada procura captar los gestos de quien habla.
Una vez Calle tenía el texto, volvía a la cárcel para leérselo a la dueña, quitar y poner palabras en un corto proceso de edición hasta obtener la aprobación. Así salieron 11 cartas, la carta a un hijo muerto, la carta en búsqueda de una señal de vida, la carta para recuperar la calma o la carta para el hijo que regaló la luna.
“Si bien eran 12 inscritas, el primer día de clase una de ellas llegó ya con su texto. Era muy bello y solo la ayudé a que no tuviera dudas de enviarla. Recuerdo que estaba dirigida a un hombre más joven, del que se enamoró de una manera alucinógena. Ambos eran habitantes de calle, estaban privados de la libertad y ella se enteró de que él iba a salir pronto. Sabía que iba a conseguir a alguien más y por eso quería terminar la relación. ‘Antes de que me dé el batacazo, se lo doy yo'”, recuerda Calle.
Buscando a la destinataria
Ya con las cartas aprobadas, Carolina Calle se dio a la tarea de buscar al destinatario o a la destinataria, al menos la forma de hacer llegar el texto. En algunos casos los envió por apps de mensajería, en otros viajó a pueblos de Antioquia para entregarlos en persona. Incluso fue hasta la costa norte de Colombia en búsqueda de una madre, y guiada apenas con unas cuantas indicaciones: el nombre de un barrio, la descripción de una calle, de una casa.
“Lancé el libro el 6 de diciembre de 2022 y a los tres días fui a la cárcel para gestionar el ingreso de unos ejemplares para ellas, que me prestaron su voz, y para otras personas que fueron importantes en este proceso, como la directora de la biblioteca, un guardia, entre otros. Sin embargo, era fin de año y no fue posible llevar a cabo la actividad. Espero hacerlo ahora en abril, porque quiero tener un lanzamiento con ellas”, concluye Calle.