Régimen cubano usa la emigración como arma para frenar el descontento e ingresar divisas

 Régimen cubano usa la emigración como arma para frenar el descontento e ingresar divisas

La dictadura de Fidel Castro lucró con la nostalgia, el amor a la familia y el derecho de los exiliados de viajar a su patria.

En algún momento del verano de 1977, cree recordar un ex funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, fue citado a una reunión en el Consejo de Estado para tratar el tema de la emigración cubana.

“Todo se manejó con absoluto secretismo. Trabajé tres años como asesor económico en la embajada de Canadá y tuve contactos con algunos sectores de la emigración a favor del diálogo con el gobierno. Canadá, México y España eran destinos muy importantes para nuestros operadores políticos. También una ventana para negociar con la Casa Blanca determinados asuntos”, revela a Diario Las Américas.

“Jimmy Carter era entonces el presidente de Estados Unidos. Había tenido una política de deshielo con el gobierno cubano. Se había abierto una oficina de intereses en La Habana y suavizado el embargo económico. Subsidiarias de empresas estadounidenses en Argentina nos habían vendidos automóviles Chevrolet y Ford. Washington había prometido un paquete de medidas, e incluso levantar el embargo, a cambio de que Fidel detuviera la subversión en América Latina y no participara en la guerra civil de Angola”, recuerda el ex funcionario.

“Carter fue el primer presidente de Estados Unidos que le tendió la mano a Fidel. Un cambio de estrategia, parecido al ramo de olivo tendido a China. Pero Fidel lo interpretó como un acto de debilidad del imperialismo yanqui. Y subió las apuestas con la participación del ejército cubano en Angola. Pensaba que estaba en una posición fuerte. Muchos de nosotros creíamos que la caída del imperialismo yanqui era cuestión de tiempo. Le agradeció el gesto a Carter, pero a la par lanzó una estrategia de política exterior más agresiva contra Estados Unidos y contra el mundo, de no pagar la deuda externa”.

“El único punto de la agenda de Carter que le interesó fue el acercamiento con un sector de la comunidad cubana asentada en la Florida que no era beligerante con la ‘revolución’. La antigua URSS enviaba 13 millones de barriles de petróleo anuales y miles de millones de rublos en fertilizantes, maquinarias y armamento. Pero el país necesitaba divisas para adquirir equipamiento de última tecnología en renglones donde el campo socialista estaba muy retrasado. Es cuando Fidel se decide a utilizar la carta de la emigración cubana”, asevera el ex funcionario y añade:

“En aquella reunión en el Consejo de Estado se trazan los protocolos a seguir con los cubanos que viajarían a la Isla. Se montó una infraestructura destinada a recaudar dólares que iba desde el pago del pasaporte hasta el alojamiento en hoteles. Se les cobraba dos o tres veces más caro comparado con los precios existentes. Una especie de peaje por haberse marchado y ‘traicionado’ a la revolución, según los conceptos de la época. Fidel estaba convencido que no eran cubanos fiables, pero necesitaban sus dólares”, concluye.

En 1978 se empiezan a regularizar los viajes a la Isla de cubanos radicados en Estados Unidos. Arrancó una nueva industria: la de ordeñar como si fueran vacas a los compatriotas del exilio. Sergio, 66 años, hoy residente en la Florida, en 1979 vivía en La Habana y “cuando mi tío viajó a Cuba no podía quedarse en nuestra casa. Tenía que estar un hotel y tanto la comida como las compras tenía que pagarlas en dólares. Los precios eran desorbitados. Un sandwich con una lasca de jamón, 5 dólares y un dólar, algo que entonces era un atraco. Los maletines con regalos eran revisados meticulosamente en el aeropuerto, donde cobraban un impuesto en divisas”.

La dictadura de Fidel Castro lucró con la nostalgia, el amor a la familia y el derecho de los exiliados de viajar a su patria. En algunos casos, los servicios especiales del régimen utilizaron a inmigrantes cubanos para el tráfico de drogas o importaciones ilegales de computadoras y equipamientos de tecnología avanzada.

Se creó en el país una infraestructura de servicios, dedicada a capitalizar cada dólar que gastaban los exiliados. El éxito económico de la emigración cubana fue una sonora bofetada para el castrismo. Parecía que había pasado mucho tiempo cuando un arrogante Fidel Castro en una tribuna decía no necesitaba a los cubanos que se marchaban del país, a quienes tildaba de ‘gusanos’ y ‘escorias’, avisándoles que un vendrían de rodillas, rogando regresar al ‘paraíso socialista de obreros y campesino’.

1980 fue un parteaguas en el tema de la emigración. Antes de esa fecha, la mayoría de los que se marchaban eran clasificados por el régimen de desclasados, parientes de familias pequeñoburguesas o enemigos frontales de la dictadura caribeña.

La estampida del Mariel fue un golpe de realidad para Fidel Castro. Desertores del Ministerio del Interior han contado que cuando analistas de inteligencia le dijeron a Castro que el número de emigrados podría superar las 100 mil personas, encolerizado, les gritó que no confiaban en la revolución.

El odio del régimen a los que se marchaban quedó latente con los horribles actos de repudio, auténticos linchamientos verbales de corte fascista, donde los participantes tenían barra libre y podían golpear a sus víctimas. Ya nada fue igual después del éxodo del Mariel. Cada año, miles de cubanos se lanzaron en precarias balsas para largarse de un país empobrecido y sin futuro. O desertaban en misiones oficiales.

A partir del 14 de enero de 2013, cuando la dictadura verde olivo autorizó a los cubanos a viajar al extranjero sin tantas restricciones, se calcula que entre un millón y medio y dos millones de compatriotas residen en el exterior o pasan buena parte del tiempo fuera del país.

Las oleadas migratorias no se detienen. En 2015 más de 60 mil cubanos entraron por la frontera sur de Estados Unidos después de una larga marcha desde Ecuador. De 2021 a la fecha, alrededor de un millón de cubanos ha ingresado a Estados Unidos. Otros cientos de miles emigran a Madrid, Montevideo, Santiago de Chile, Santo Domingo o ciudades de México y Brasil, entre otras. Es el éxodo más grande tras la llegada al poder de Fidel Castro. Y las cifras prometen seguir creciendo.

Las autoridades de la Isla no son inocentes. Han diseñado diversos mecanismos para que los cubanos salten la cerca del totalitarismo. Aliados políticos, en contubernio con el régimen, permiten que nuestros compatriotas ingresen sin visas a Managua o Caracas y luego inicien su camino hasta la frontera sur de Estados Unidos.

Las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua utilizan a la emigración como una válvula de escape, como un arma que frene el descontento social. Y, a su vez, un soporte que les permita el ingreso de millones de dólares.

Entre 2013 y 2016 las remesas a Cuba superaron los 3 mil millones de dólares anuales, sin contar los cerca de 3 mil millones de dólares por envíos de paquetes, medicinas y ropa. Expertos han reportado que las remesas han decrecido al rango de los 1,500 millones de dólares anuales, pero la feroz crisis económica y alimentaria en Cuba han provocado que se disparen los envíos de comida, medicamentos y artículos de aseo a través de plataformas de pago gestionadas por personeros de la dictadura.

Actualmente, muchos emigrados cubanos prefieren sufragar los gastos de sus familiares en la Isla para que huyan del desastre. Por esa vía el régimen también ingresa dinero a sus arcas. Por cada boleto que se compra para viajar a Managua o Caracas, GAESA, el emporio militar que controla el 80 por ciento de las divisas que circulan en el país, cobra un gravamen.

Aunque la población de Cuba ha caído a 8,62 millones de habitantes, según el doctor Juan Carlos Albizu-Campos, especialista en demografía, los gobernantes actuales, al ser incapaces de buscar soluciones que frenen la crisis multisistémica, provocan que miles de cubanos emigren para escapar del colapso económico.

Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca es probable que el régimen de La Habana cambie de estrategia. Pero la emigración no se va detener. La gente buscará otros destinos. Nadie está preparado para vivir con 20 horas de apagones y una sola comida al día. El relato del régimen es tan absurdo, que si los cubanos no se rebelan, solo tendrán dos opciones: morirse o marcharse de la tierra donde nacieron.

coordenada Informativa

Related post