Ya es hora de retirar las tropas estadounidenses de Siria
La intervención de EE.UU. en Siria es parte del statu quo defectuoso de la política exterior norteamericana instigado por belicistas, dice una congresista.
“Si no luchamos contra ellos allí, vendrán aquí”, estoy cansada de esta frase, manifiesta la congresista republicana por Florida Anna Paulina Luna, en un artículo publicado el jueves en la revista estadounidense Newsweek, mientras recuerda las varias iniciativas presentadas en el hemiciclo para retirar las Fuerzas Armadas de EE.UU. de Siria.
Para ella, abandonar el país árabe, es uno de los pasos fundamentales para “redigir” la política exterior de Estados Unidos, hasta ahora fallida, pues, explica, durante más de un cuarto de siglo, Washington ha desperdiciado recursos y derramado sangre de sus soldados en todo el mundo en vano.
“El argumento de que mantener a los estadounidenses en el extranjero es necesario para detener los ataques terroristas es absurdo”, reconoce. A su juicio, la crisis de Siria es un ejemplo del statu quo defectuoso de la política exterior de Estados Unidos, que mantienen vivo los belicistas derecha e izquierda por conveniencia.
La ingenua campaña del expresidente estadounidense Barack Obama (2009-2017) a favor de una reconfiguración de Asia Occidental fue un “experimento inútil”, sobre todo cuando lanzó la consigna “Al-Asad debe irse”, que solo extendió la guerra y empujó a Rusia a involucrarse por los riesgos que se cernían sobre ella. Peor aún, resultó en una guerra en donde “apareció el terrorista Daesh”.
El terrorismo local en países distantes no es una amenaza existencial para Estados Unidos y puede ser manejado de manera efectiva mediante capacidades de larga distancia y estrategias de alianzas prudentes. Y aún si los terroristas reaparecen, con nuevos bríos en la región, esto no exige un despliegue constante de tropas y una guerra sin fin, razona.
La “construcción nacional” de Estados Unidos en Asia Occidental no fue una política prudente. “Tomó miles de millones de nuestros propios ciudadanos y los canalizó a ONG, militares, programas de gobierno fallidos y desperdicio de ayuda exterior, dejando muchas regiones desestabilizadas”, y lo único que detonó fue hostilidad de esas poblaciones hacia los norteamericanos.
“Asia Occidental es una región con antiguas rivalidades tribales y problemas sociales que los estadounidenses no pueden arreglar, ni con sangre ni con dinero”, confiesa.
EEUU debe dejar de meter las narices en Asia Occidental
¿Por qué los miles de millones de dólares gastados en Asia Occidental no se invierten en proteger nuestra propia frontera? ¿Por qué las fuerzas estadounidenses patrullan naciones distantes, pero no la nuestra, que está amenazada? ¿Por qué el equipo que dejamos atrás durante nuestra retirada fallida de Afganistán no se vendió ni se envió a Taiwán?, cuestiona la congresista.
El trabajo de Estados Unidos no es vigilar las calles de Alepo. Es enfocarse en las fronteras estadounidenses y la ley y el orden en las ciudades del país, asegura.
La congresista Luna tiene memoria selectiva
El Ministerio de Petróleo sirio anunció previamente, en un comunicado, que las fuerzas estadounidenses y sus mercenarios están robando alrededor de 66 000 barriles de crudo por día de las áreas ocupadas en el este de Siria, que produce diariamente 80 000.
Después de contrabandear combustible de Siria a Irak, los soldados estadounidenses venden el petróleo de este país en el mercado negro de la región del Kurdistán iraquí y transfieren una parte a sus bases para su propio uso.
En diciembre, en un comunicado, el Ministerio de Asuntos Exteriores sirio calculó en 111 900 millones de dólares las pérdidas económicas de Siria causadas por las operaciones militares ilegales de Estados Unidos en su territorio.
De acuerdo al comunicado, las pérdidas directas están calculadas en 25 900 millones de dólares: 19 800 millones de dólares por el robo estadounidense de petróleo y gas, 3200 millones de dólares en daños a la infraestructura estatal y 2900 millones de dólares en daños a instalaciones de petróleo y gas.
El Ministerio estimó las pérdidas indirectas en 86 000 millones de dólares.